miércoles, 16 de diciembre de 2009

My grandma roooocks

Mi abuela es de las que dicen "cache", "monada" (y todos sus posibles derivados: mona, monona, monísima, etc), "un chico de familia muy bien" y "paquete", entre otras palabras aristocráticas.
Tiene una manada de hijos, compra vauquitas en cantidad, y para navidad siempre regala mazos de cartas españolas. Es lógico, somos como 18 mil nietos.
Viví un año con ella en su coqueto departamento de Recoleta y me encariñé muchísimo; es una persona muy divertida. Por cuestiones de distancias, ahora, que ya no vivo más con ella, la veo poco, pero siempre que la visito la noto intacta, impecable y joven.
Es muy particular por varios motivos. El más original se relaciona con el departamento justamente. Hace diez años decidió exterminar la cocina de la cocina, y convertir ese espacio en lo que llama "Coffee Room". El Coffee Room, fue refaccionado un año atrás y se convirtió en una clínica privada bien higienizada: todo blanco. Pero todo. La luz blanca de terapia intensiva te encandila ni bien abrís la puerta. Si mirás adentro de la heladera, es como encontrarse con la de un soltero o un tipo recién divoraciado: litros de Coca Cola a morir, quesitos Adler, cerveza Quilmes y Stella Artrois y paremos de contar. Es todo lo que necesita. Tiene una jarra eléctrica, café instantáneo, cubiertos de plata y miles de imanes de deliverys. Por más que prefiera la comida casera, me divertía comer siempre a la carta en su casa. Ella me dejaba pedir lo que yo quisiera y me repetía todo el tiempo que saque la basura y limpie todo por las cucarachas. No sé si de chica se habrá traumado con La Metamorfosis o qué, pero se pone como un disco rallado con ese tema.
Cuando la visitamos con mi prima nos tiene locas: "Traeme, alcanzame, vení, llevá". Hace poco se hizo el baño a nuevo. Todavía no entiendo bien qué la decidió a llevar adelante semejante obra, porque ya estaba totalmente renovado. Le puso tres tipos de luces al baño (si dejás una prendida da telo), un espejo gigante, asientos en la bañadera y griferías último modelo. A todo trapo, y ella claro que está encantada.
Lo segundo que me dijo ayer cuando llegué ayer fue: "¡¡¡Andá a ver el baño!!!", ¿Quéteparece-quéteparece-quéteparece?". ¿Lo primero que me dijo cuando pisé suelo abuelístico?, "Qué linda estás, Alejandra, vos siempre tan elegante, tan bien, qué maravilla". Siempre me dice lo mismo, y yo a veces le creo. Ella es muy protocolar, pero siempre destaco su optimismo y su forma de resaltar las virtudes de las personas.
Cuando me despidió, me deseó felices fiestas, me pidió que rece el (¿Gloria?) diez veces para que se me cumpla algo que estoy esperando, y me prometió un regalo de cumpleaños y navidad. ¡A jugar al truco todo el verano!

martes, 15 de diciembre de 2009

Vivir en pausa

Dr. en Leyes:
Alejandra .... (silencio), leé esto.
Alejandra:
Sí. (Agarro las hojas, no entiendo una goma) Está en italiano, Dr.
Dr. en Leyes:
No importa, leelo igual. (Silencio) Acaso no sabés .....(silencio) inglés y portugués?
Alejandra:
Sí. Pero está en italiano el texto (texto de 4 hojas).
Dr. en Leyes:
Bueno, leelo y .....(silencio) haceme un resúmen por favor.
Alejandra:
Bueno.
Dr. en Leyes:
¿Qué signifca esta palabra? .....
Alejandra:
No sé, Dr. Está en italiano (la historia de nunca acabar)
Doctor en Leyes:
¿Cómo que no sabés?.... (silencio) Buscá un diccionario.


Alejandra juntá voluntad y busca en la biblioteca el fucking diccionario.

Dr. en Leyes:
¿Y....(silencio), lo encontraste?
Alejandra:
Sí. Dice "..........."
Dr. en Leyes:
Pero querida (silencio), ¿qué diccionario agarraste?
Alejandra:
El único que hay.
Doctor en Leyes:
Pero no me gusta (silencio) ese.

Alejandra sale de la oficina, respira ondo y se vuelva a bancar más estupideces.

Doctor en Leyes:
Emmm, Alejandra....¿el auto?
Alejandra:
Está en camino
Doctor en Leyes:
¿En camino? No me gusta que digas "está en camino"
Alejandra:
Ok, está viniendo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Decorado de dientes amarillos

Sus pasos lentos y pesados desparraman desgracias y miserias. Al costado, los soldados le sonríen con una pierna herida.
Bolsillos inundados de papeles verdes y manos ásperas, lo acarician.
Alrededor de su pequeña imagen, la neblina se confunde con el humo de sus viejos pulmones.
No hay mates, ni crucigramas o ravioles de domingo.
Sus manos lo abandonan, o él las deja ir.
Con un ojo abierto y pantalones cortos esboza órdenes contradictorias, que se pierden en la náusea de algún día negro que deja sordos a las víctimas.
Se mira y no se reconoce, se teme a sí mismo. Pero las batallas siempre ofrecen treguas irresistibles y él quiere ser el rey.
Si afloja, muere. Y sobreviven los soldados.
De a poco, se aleja más lejos. Rengueando y exigiendo ayuda, mientras las cenizas caen en la alfombra roja.