miércoles, 22 de abril de 2009

Está fresco el tema

Varias mañanas me despierto en camas ajenas. Esto de no tener auto, y principalmente el miedo a manejar, sumado a que el 60 me deja en el descampado de la muerte hace que, indefectiblemente me vea obligada a frecuentar sábanas de todos los colores y motivos después de salidas nocturnas.
Ya estoy acostumbrada, tengo varias hermanas y madres que visito cada tanto y mi lugar en la mesa está establecido.
Y por más casas en las que mi amiga Manu vivió, todas son un poco mías. La cama de Vicky es casi mía también, ahora más que partió para otras tierras, y ya no siento que sueño sus sueños.
Manu siempre es la más anfitriona de todas, sólo me pide que arme la cama cuando me levanto. Se despierta siempre antes que yo, a darse un baño y espera que ponga el pie fuera del colchón. Toma el café con leche hiper caliente, esa manía de calentarlo 10 minutos en el microondas. Yo casi siempre té. Usamos el cofre como mesa y la terraza nos ve amanecer a las 12 del mediodía. A veces no me despierto con hambre, pero ella siempre me recuerda: ‘ Mirá que acá almorzamos tarde, te hago unas tostadas con mermelada’. Y ahí marcha la bandejita con frutas en trozos prolijamente acomodadas, ¡cómo me gustan! Nos fumamos un cigarro después, y creo que son las únicas mañanas que lo hago, pero es parte del ritual. Le damos un poco de bola a la nostalgia, suspiramos y largamos un 'en fin’.
El placard impecable, su terapia. Por colores. No hay ropa o zapatillas en el piso, y de eso nos reimos cuando lo comparamos con mi abandonado cuarto. Solo dos camas, el teléfono y el perfume al tilo. Cuarto blanco y pulcro, como el de un hotel pero con gusto a Manu.
Mismos valores, gustos cambiados, pero me alegra que le cope la coca común como a mí.

lunes, 20 de abril de 2009

C'est tout

No me acuerdo del último beso. Pero sí que fue el último momento que te miré como te miraba. Después, fue todo un quilombo. Y encima no me lo puedo acordar, no lo pude disfrutar ni guardar en alguna caja de mi cuerpo. No pude percibir que no iba a haber más.
Tormentas de noticias.
De la noche vieja a una mañana con sonrisas ajenas, que no merecía ese sol. La lluvía me hubiera ayudado a enojarme más.
En la concha de la lora.
Me hizo gracia que me pidieras una pitada. Si vos no fumás, te dije.
Para colmo era el último que me quedaba, y era mi ración de diálisis. Qué suerte.
Ese último beso fue el día anterior, y es un recuerdo que no recuerdo, es la evaporación de los dos.
Ni eso tuve. No me avisaste que se acababan.
No te dejaba mirarme porque no quería que te quedaran esos retazos míos hinchados, que no era yo, pero eras vos.

2006

viernes, 17 de abril de 2009

464

Esa brisa de mar se parecía a cualquier otro enero. El empedrado nos llevó hasta un bar medio castigado, pero amigable y rojo. Entramos y algunos borrachos nos invitaron unos tragos, pero nos seducía más la idea de hablar entre nosotras tres, que llevábamos tiempo sin vernos.
Nos sentamos por ahí, mientras las calles empezaban a llenarse de hormigas. Eso es Mar del Plata, un hormiguero bronceado...
Adentro, los ''chupitos'' estaban en liquidación y no nos quedó otra opción que hacernos cargo. El humo ya empezaba a perturbarme. Después vinieron unas cervezas rojas de arriba. Por el vidrio de la botella vi tu cara mientras me decías ''te invito una''. El humo ya era aire común y no mariconeaba tanto.

Como un espejismo, me encontré entrando a tu casa. No conocía las calles del barrio, y estaba tan encantada de volver a verte, que cuando compré los cigarrillos, me dieron mal el vuelto, y no me di cuenta hasta el momento que quise volverme.
El cielo se me caía encima, con esa llovizna fina que es como calefacción cayendo en gotas en cómodas cuotas. La Avenida Corrientes me daba la bienvenida y yo le decía que no era para tanto (pobre de mí). Yo que pensaba que era pura publicidad.

¿464? Sí, 464. Tu amigo me abrió la puerta y unas escaleras, con escalones rotos me llevaron a tu cueva. Vos me esperabas en la oscuridad y con pegote de sahumerio que invadía toda la habitación. Me empalagaba ese olor, nunca bien definido por el módico precio de $2 la docena. No sabía que cara poner, siempre pienso en la cara y no en las palabras. Habían pasado meses. Descontracturé la cara, como si fuera a vocalizar o como si fuera una actriz por salir a escena, o algo así. Y cuando por fin toqué la puerta y entré, te vi. Me mostraste los dientes blancos y te arrodillaste en el colchón del piso; abriste los brazos enfundados de un sweater suave.
Te abracé sin reparar en como los meses habían pasado tan rápido. Ya estábamos pisando julio y no nos habíamos visto desde el hormiguero. Ya eras libre y me pedías que te acompañara. De alguna forma acepté y me zambullí de cabeza, pero de a poco. Desde ese momento supe que no iba a ser tan facil zafarme, pero era divertido.
Después me dijiste que estaba entre tus chicas preferidas y salimos a caminar. Cerramos la puerta y directo al subte. El aire caliente que salía por la rejilla me daba un poco más de ventaja hasta la bajadita...Niños en vacaciones de invierno, y en el tren submarino. Viajamos parados y hablando de letras de tangos. Cuando volvíamos te agarré la mano. Me daba la sensación que no sabías como llevar el tema de las manos adelante. Así fue más fácil, o por lo menos te tenía más cerca…
El frío de Buenos Aires no me molestaba y eso no era buena señal…Cuando salimos a la superficie, los niños ya no estaban de vacaciones. Me invitaste a comer, el menú era sándwich de tortilla y vos parecías ponerme a prueba.

2005

PB

Pasillos fatigados y humedecidos, donde las paredes no me reconocen y esas calles ya no son mías, donde me encierro para sentir por un segundo que aún estoy ahí. Traidoras. Repaso de memoria, sin equivocarme: las estatuitas, los platos, los cables y los muebles. Siguen todos ahí, en el mismo lugar, mientras que yo los veo desde la ventana. Jugar de visitante es más cuesta arriba de lo que imaginaba.
Intento que no se me escape ningún detalle, y pienso en fechas y recorridos. Me corrijo y paro cuando acelero... De golpe viene alguno inesperado y lo siento como masoquismo.
Y bueno, después se dá ese momento de visitar a mi abuela. Paso al baño y a veces abro esa crema desmaquillante (tremendo error), que también sigue estando ahí pero que ya no uso…y siento su olor. Y es olor, porque se me retuercen los dedos hasta que se me acalambran, y sigue manteniéndose intacto, igual, idéntico. Es volver.
Por fin la cierro y siento otros nuevo aires. Repaso ahí en ese baño, los momentos en los que vivía en ese departamento. Miro el que era mi cuarto, pero tampoco es mío ahora. Nada de eso es mío ahora. Bajo por el ascensor y los espejos me muestran con mis 20 años y colores nuevos y excitantes.
Planta baja: cierro la puerta y estoy afuera otra vez pero con 3 años más.
Es agotador.

2006

Es el tilo

Sacudones de caricias, roces de fuego y mañanas inundadas de sol.
El tiempo no corre de la misma manera, hace lo que quiere; y yo lo dejo.
Colores brillantes, que no me lastiman.
Me iluminan y me desnudan en plena inocencia.
El tilo de cada día me revitaliza y sonrío mientras busco los árboles.

Y a veces me sorprenden alucinaciones reales,
que estaban desintegradas; se transforman
y me recuerdan en donde estamos y que somos lo mismo.


09/2007

Moo Moon

Playmóbiles deshumanizados, vestidos de porcelana, caminan apurados contra los relojes digitales. Se van de vacaciones a la Luna. Queda la resaca de las cenizas más gastadas. Los aviones las alejan, pero dejan desastres.
Algunos pulomes prefieren esconderse. Bajo otras luces me invita el último millón de la lotería, y yo invito a los que no van a la Luna

10/2004

Las mironas

Búhos con labios morados y gargantas secas, manos cansadas y agrietadas. Parásitos olvidados, aburridos, sentados en el mismo banco blanco y reptiendo rumores viejos. Envidia popular. Cocinan historias mientras que ríen. Por la noche tejen murmullos que no dejan dormir y comulgan cadáveres vivos. Se excitan. Payasos deformados, exorcisando migajas del útlimo pan. Gimen y lloran el alimento de los guanacos.

2005

Delicioso incienso de sábados

No quise gritar más.
Me aturdía el ardor de las cenizas muertas y gastadas y
Me abrumaban mis miedos convencionales vestidos de caníbales hambrientos.
Nadaba por tempestades en gárgaras de pantanos sucios.
Siempre nado,
Y vos también.
La fuerza de la gravedad nos encontró acá.
El encanto que nos iluminó, hizo que la miel tentara los sentidos del brujo.
Olvidé los ecos de todo escándalo y distorsión.

Y finalmente los núcleos se encuentran en un circuito de plumas.
Volamos hacia el olimpo azul con los ojos abiertos y los labios eléctricos.
Nos suspendemos y transportamos en el viaje divino, entre dos espasmos explosivos.
Llevame, Amor.
La superficie nos mira, nos cura.
Mis lunas se condensan y desmayan.
Quedémonos un poco más.

11/2004