viernes, 22 de marzo de 2013

Deja vu

es el que tuve hoy cuando una amiga del laburo me comenta que salió con un chico hace unos días y le gustó mucho. Al pasar, como quien no quiere la cosa, agrega que al despedirse, él le dijo: "grosa, piba!" Por orden cronológico me acordé entonces del Licenciado en Humo y con MBA en bananas y posteriormente en el que me saludó una mañana diciéndome "Una masa, vos". Con el engrudo mental que hoy arrastro y sin llegar a la tragedia griega, estuve preguntándome el motivo de estas calificaciones que, para una persona mínimamente detallista no pasan por alto. Genia, capa, grosa, masa, piba.

No te pido que me bajes el firmamento ni que traigas a los Mariachis, pero, "grosa"? Ah, no. Ninguna conclusión. Después de debatirme si son pronunciadas para marcar distancia o tendencia, descarté la hipótesis y pensé que ya quedan pocos estrategas.

Mar adentro

Me jactaba de que los hormonas menstruales no me pegaban. Se ve que escupí para arriba y me bañé de manchas salpicadas, que ahora están en mi centro, entre la tráquea y el colon. Como si fueran petróleo viejo y usado, no se van. Espero ansiosa que su estadía sea breve y que el lunes, cuando finalice este proceso femenino, se despidan transformadas. Ni tanta mente calculadora puede combatir a las sensaciones y vibraciones de estos días. Incluso, quizás, sea mi cerebridad la causante de semejantes alergias emocionales. Todavía no sé si debo convivir con mi necesidad de controlar todo o si tengo que seguir esforzándome para desterrarla. El conflicto y la ecuación absurda es que, por cada neurona que se activa, "un mundo de sensaciones" se despierta. Ser quien uno es o ser quien uno quisiera ser. O las dos.