martes, 8 de enero de 2013
Tana Ferro
Pero cuántas ganas de histeriquear al público que tienen los músicos. Pareciera que a cuantos más recitales asistimos, más imbéciles se vuelven. El jueguito narciso de avisar que se acerca el último tema, despedirse, esperar 3 minutos mirando el techo (not), volver al escenario, amagar nuevamente y así, hasta que se les agote la necesidad de sentirse aplaudidos, aburre, aburrió. Si les sirve como argumento es menemista, noventoso y rococó.
Igual, lo más sorprendente es la reacción del público: casi como el mito de Tinelli, a nadie le gusta pero todos se encargan de alimentarles el ego.
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