Estoy parada en alguna calle de Once. Hace frío y el abrigo no me alcanza. Por supuesto que el colectivo se hace rogar y busco algún entretenimiento facil para distraerme y enga ar al malhumor. Observo con absoluto detenimiento cada póster de este basural de museo. Un encendedor usado, bolsas abiertas, paredes saqueadas. Veo a un tipo acostado en la entrada de una ferretería, fumándose el último pucho antes de irse a dormir y tapándose con un mantel. Por un momento lo confundo con el paisaje común. Me deshumanizo. Las lombrices nos consumen y la cámara hace un primer plano, mientras yo pago una cuota de alguna facultad. Por segunda vez. Después de cuarenta minutos llega el bondi. Me subo, y una maleducada me empuja para sacar boleto primero y acaparar el único asiento que queda libre. No me importa. Igual, ¿qué será: una hora parada con la mochila de las escasas cinco horas de sue o? Alguien se baja y me siento, todavía mortificada por la indiferencia y el olvido express. Un pelotudo me encaja la mochila en la cara, me mira con la expresión de nomeimportauncarajo. No va a pedir perdón. "Sí, si, todo bien", le digo. No me escucha, o no le importa. Me acuerdo del mediodía de ese mismo día. Viajando en el 93, volviendo de la Casa Rosada para buscar unas entradas para mi vieja. Miro por la ventana, y sobre Alem veo a un tipo con los pantalones bajos, tocándose y después con intenciones de cagar. El semáforo no cambia de color.
Todos los pasajeros lo miran. Él saluda, todavía con los pantalones bajos.
viernes, 14 de agosto de 2009
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La inhumanidad del hombre para con el hombre.
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Asco en la vía Publica!
Loco la gente NO se rescata!
Besotónmujercolorida!
Noo, me muero! Qué onda con la gente en culo! Acabo de describir cómo vi a un tipo ayer en culo.
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