viernes, 22 de marzo de 2013

Deja vu

es el que tuve hoy cuando una amiga del laburo me comenta que salió con un chico hace unos días y le gustó mucho. Al pasar, como quien no quiere la cosa, agrega que al despedirse, él le dijo: "grosa, piba!" Por orden cronológico me acordé entonces del Licenciado en Humo y con MBA en bananas y posteriormente en el que me saludó una mañana diciéndome "Una masa, vos". Con el engrudo mental que hoy arrastro y sin llegar a la tragedia griega, estuve preguntándome el motivo de estas calificaciones que, para una persona mínimamente detallista no pasan por alto. Genia, capa, grosa, masa, piba.

No te pido que me bajes el firmamento ni que traigas a los Mariachis, pero, "grosa"? Ah, no. Ninguna conclusión. Después de debatirme si son pronunciadas para marcar distancia o tendencia, descarté la hipótesis y pensé que ya quedan pocos estrategas.

Mar adentro

Me jactaba de que los hormonas menstruales no me pegaban. Se ve que escupí para arriba y me bañé de manchas salpicadas, que ahora están en mi centro, entre la tráquea y el colon. Como si fueran petróleo viejo y usado, no se van. Espero ansiosa que su estadía sea breve y que el lunes, cuando finalice este proceso femenino, se despidan transformadas. Ni tanta mente calculadora puede combatir a las sensaciones y vibraciones de estos días. Incluso, quizás, sea mi cerebridad la causante de semejantes alergias emocionales. Todavía no sé si debo convivir con mi necesidad de controlar todo o si tengo que seguir esforzándome para desterrarla. El conflicto y la ecuación absurda es que, por cada neurona que se activa, "un mundo de sensaciones" se despierta. Ser quien uno es o ser quien uno quisiera ser. O las dos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Autoconvencimiento

Conozco a una chica que cree que todo aquel hombre del que ella se enamora y no le pasa cabida es manicero. Qué linda.

miércoles, 9 de enero de 2013

Espejismo

Ese que te hacía creer que te gusta el tipo pero no. Te gustaba más la idea de él que su cualunque realidad.

martes, 8 de enero de 2013

Tana Ferro

Pero cuántas ganas de histeriquear al público que tienen los músicos. Pareciera que a cuantos más recitales asistimos, más imbéciles se vuelven. El jueguito narciso de avisar que se acerca el último tema, despedirse, esperar 3 minutos mirando el techo (not), volver al escenario, amagar nuevamente y así, hasta que se les agote la necesidad de sentirse aplaudidos, aburre, aburrió. Si les sirve como argumento es menemista, noventoso y rococó. Igual, lo más sorprendente es la reacción del público: casi como el mito de Tinelli, a nadie le gusta pero todos se encargan de alimentarles el ego.