martes, 23 de junio de 2009

Ahora todo tiene sentido..

Mis juegos inventados de niña eran geniales.
Empecé por querer planchar,;entonces cuando venía Celsa a darle una mano a mi mamá a mi casa, y yo la veía planchando, le pedía por favor que me dejara ayudarla. Y ella, que es la persona más buena que conocí, me hacía creer que de verdad yo ayudaba. Agarraba un cenicero de bronce y con eso “planchaba” las bombachas y medias. Ahí tenía 5 o 6 años, y sentía que contribuía con todos los quehaceres del hogar.
Después se me dio por agarrar mi casita de las barbies, heredada por mi prima, y donde las barbies en posición vertical jamás entraban, y donde las barbies nunca eran ‘Barbies’. Hacía de cuenta que esa casita era un altar. Se ve que en ese momento, me había pegado fuerte el tema de la comunión, y con 9 años flasheaba que yo era la sacerdote y daba una misa. Entonces, a mis osos los sentaba en mi cama mirándome sin titubear. Buscaba en la cocina galletitas Express que hacían de ostia y un vaso con agua que hacía de vino. Los llevaba a la casita de las barbies y los dejaba ahí, hasta que se diera el momento apropiado de mi misa de dar la comunión. La realidad es que de lo único que constaba el juego era de la comunión. Ni rezos, ni arrepentimientos, ni nada. Sólo recrear la situación para el momento de la ostia. Lo más tierno, o quizás lo más triste: era que juagaba sola. Pero me gustaba jugar sóla.
Y lo más estúpido que hice fue ir a gastar $5 en golosinas en el kiosko de Ana, agarrar un cajon de la verdulería, y colocar sobre eso, las golosinas compradas. Hasta ahí todo bien. El tema era que mi negocio no arrancaba. Y claro, vendía mis productos más baratos de lo que me los vendía el kiosko a mí. Pero..tenía varios clientes…Yo sólo quería jugar a ser vendedora.
Después, jugaba con Mima a que trabajábamos en una oficina, y éramos secretarias. Completábamos papeles, sacábamos turnos, usábamos la plata del Monopoly…
Ahora que soy secretaria, quiero jugar al tutifruti con Celsa.

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