miércoles, 3 de junio de 2009

Un día (cotidiano) en la vida

Cual sardina enlatada viajé hoy en el tren. Me subí en la estación de Beccar. Ya conozco la rutina, horarios, gente de siempre. Pero me resisto, y añoro a mi amado 152 semi rapido que me tomo en la terminal cuando me quedo a dormir en lo de T.
Todo el viaje estuve haciendo equilibrio porque claro, no había ni asientos libres, ni caños para sostenerse, ni nada que no me haga sentir que estoy en el samba de la muerte. Pero no estoy en un parque de diversiones, no es tan divierto, estoy yendo a laburar, viejo! La gente seguia subiendo y yo, con una mano cuidaba la cartera y con la otra trataba de sostenerme de alguna pared. Imposible. Por todos mis costados, gente. Pero ya no eran personas, eran sólo ojos deshumanizados resignados. Viajaba como un soldadito, con las manos pegadas al cuerpo, mirando para arriba, pensando en la nada misma, y queriendo hacer crack crack con el cuello. Pero ni para eso había espacio. Ni siquiera para sacar los auriculares y escuchar música.

Mis compañeros de ruta:
adelante mío un tipo de espaldas recien bañado con el pelo mojado y perfumado. Como era más petizo que yo, su prolija caballera me daba justo en la cara y me hacía picar los ojos. Sin poder mover las manos, movía la cabeza levemente para sacármelos de encima. A 5 milímetros mio, osea mi costado izquierdo, otro tipo de espaldas hablando sobre las proteínas, calorías y sopas light, perforando con su codo y palabras mi panza vacía. Atrás mio un patova, una pared maciza, que sufría mis pocas habilidades de equilibrista. Y a mi derecha, la parlanchina matutina, que no sé con qué sopa de letras habrá desayunado pero era una radio. No paró en todo el trayecto. Hablaba con alguien a los gritos pelados por celular. Cortaba y en seguida marcaba otro número. Y otra vez la misma cantinela.

El punto positivo:
como la puerta del andén no cerraba bien (haciendo peligrar mi vida y la de otro billón de personas más) entraba una bocanada de aire helado entre las puertas. Esa cuota de oxígeno permitió que mi estadía en la tierra no terminara por un desmayo, sostenida por la presión de otros cuerpos vivos, evitando mi caída al piso, pero sin que nadie se percate.

El punto negativo:
Mal humor. Qué choto es empezar así la mañana. Estos son los días en los que quiero más que a nada en el mundo vacas, pasto y un cielo grande.
Por favor, quiero llegar, me quiero bajaaar!!

2 comentarios:

  1. el comentario
    el comentario
    por un momento me olvide...
    el comentario: me citaste con ese "viejo" o me senti citada o nose tal vez son palabras que a menudo salen de mi, sera que a menudo tengo ese tipo de mañanas?

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  2. el comentario
    el comentario
    por un momento casi me olvido...
    el comentario: me citaste con ese "viejo" o de golpe me senti citada, tal vez porque son palabras que a menudo salen de mi, sera que a menudo vivo ese tipo de mañanas?

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